El Algarve no se conquista, se saborea. Con estos diez imprescindibles tienes
material de sobra para presumir de tus vacaciones, pero los mejores momentos suelen estar entre destino y destino: en ese viaje por carretera viendo el sol tiñendo las cristalinas aguas portuguesas, en esa calita sin nombre que encontraste por casualidad o en ese chiringuito donde el dueño no habla tu idioma pero te sirve el mejor pescado que has probado.
1. Ponta da Piedade: el Oscar a la mejor fotografía natural
Si la fotografía de paisajes pudiera elegir ser un lugar, sin duda sería Ponta da Piedade. Este conjunto de acantilados dorados en Lagos es básicamente lo que pasa cuando la naturaleza decide ponerse artística. Las nuevas pasarelas (los passadiços, para los amigos) conectan miradores entre Praia do Pinhão y Canavial, donde el amanecer aquí es de otro planeta. Sí, tendrás que madrugar. Sí, habrá gente. Pero cuando veas los arcos de piedra dorada reflejándose en aguas turquesas, entenderás por qué medio mundo tiene esta foto de fondo de pantalla.
2. Cueva de Benagil: la catedral natural
Desde agosto de 2024, nada de nadar hasta allí como un héroe del Mediterráneo —está prohibido y te pueden multar—. Solo se accede con tours autorizados en barco o kayak guiado, y no puedes pisar la arena interior. ¿Tedioso? Un poco. ¿Sigue siendo espectacular? Absolutamente. La luz entrando por ese óculo natural al mediodía es pura magia. Reserva con antelación porque los cupos son limitados, y no, no es negociable.
3. Praia da Marinha: La playa de las postales
Si Portugal tuviera que elegir una sola playa para su currículum, sería esta. Los arcos naturales formados por la erosión, los algares (rocas verticales que salen del mar como gigantes), las aguas cristalinas… todo aquí parece diseñado por un director de arte con presupuesto ilimitado. Michelin la puso en su lista de las mejores del mundo, y no exageraban.
4. Ría Formosa: paraíso portugués
Este parque natural es un mosaico de 5 islas y 2 penínsulas frente a Faro, Olhão y Tavira. Ilha Deserta para sentirte Robinson Crusoe, Culatra para el rollo marinero auténtico, Armona para desconectar del mundo… Los ferris salen constantemente, pero nuestro consejo: madruga. Las primeras horas en estas islas, cuando solo estás tú, las gaviotas y kilómetros de arena virgen, no tienen precio.
5. Lagos: la base perfecta
Lagos es como ese amigo que cae bien a todo el mundo: tiene de todo y no defrauda a nadie. Centro histórico amurallado con calles que invitan a perderse, acceso directo a Ponta da Piedade, playas para todos los gustos (Dona Ana, Camilo, Estudantes…), y suficiente vida nocturna para no aburrirse sin llegar al exceso de Albufeira. Es la base logística perfecta para explorar el oeste del Algarve sin volverte loco con los desplazamientos.
6. Cabo de São Vicente: el fin del mundo portugués
El punto más suroccidental de Europa, donde los antiguos creían que terminaba el mundo. Y viendo esos acantilados de 75 metros con el Atlántico bramando abajo, no les faltaba razón. El faro, la fortaleza de Sagres cerca, y sobre todo, esos atardeceres que hacen que hasta el más cínico escriba poesía.
7. Carvoeiro: el pueblo de postal
Encaramado sobre acantilados con una playita que parece sacada de la mitología griega, Carvoeiro ha conseguido el milagro de desarrollarse turísticamente sin perder el alma. El paseo de madera hasta la Algar Seco y sus grutas es obligatorio, y desde aquí tienes acceso fácil a algunas de las mejores playas de la zona. Perfecto para los que buscan el equilibrio entre comodidad y autenticidad.
8. Silves: la escapada al interior
Porque el Algarve no es solo playa, Silves te recuerda que aquí hubo historia antes de los resorts. Su castillo árabe —el mejor conservado de Portugal— domina esta antigua capital del Al-Gharb. Las vistas desde las murallas valen cada escalón, y el casco histórico es un respiro del bullicio costero. Perfecta para ese día que necesitas descansar del sol y la sal.