En un mundo donde la inmediatez marca el ritmo y las distracciones parecen infinitas, el mindfulness emerge como un faro en medio de la tormenta. Esta práctica, más que una moda, es una vuelta a lo esencial: estar presente en el aquí y el ahora, reconociendo sin juicio lo que somos y lo que sentimos. Al abrazar esta consciencia plena, no solo aprendemos a escucharnos a nosotros mismos, sino que también descubrimos una nueva manera de conectarnos con los demás, cultivando relaciones más auténticas, empáticas y enriquecedoras. Para ahondar en esta práctica, hablamos con la coach Sylvia Comas, autora de ‘Mindfulness con corazón’, que nos cuenta cómo el mindfulness puede transformar nuestra forma de vincularnos.
Un estilo de vida
El mindfulness trata de observar pensamientos, emociones y sensaciones corporales tal como son, con aceptación y curiosidad, en lugar de dejarnos llevar por el estrés o la automatización. Sin embargo, hay que entender, antes de nada, que el mindfulness no es una herramienta, es una forma de vivir. «Es una manera de estar más presentes y de una forma más natural en la vida, en lugar de estar ausentes que es como solemos estar todas las personas», señala Sylvia Comas. Por ello, cuanto más comiences a ponerlo en práctica en distintos momentos de tu día a día, verás que se va integrando en tu forma de estar y en cómo percibes tu entorno.
Mejor gestión de la ansiedad
Todos atravesamos momentos de ansiedad o tristeza en algún momento, pero focalizarse en el presente puede ayudarnos a soltar esos pensamientos que nos llenan de ansiedad por el futuro o melancolía por el pasado. «Tenemos un cerebro que ha evolucionado a lo largo de miles de años y que tiene muchas ventajas. Por ejemplo, nos permite pensar en cosas que no están ocurriendo y proyectarnos hacia el futuro y el pasado. Pero este diseño, hace que al evadir el presente y mirar al futuro o el pasado, solamos centrarnos en eventos que han ido mal o augurar acontecimientos desagradables como una forma de supervivencia y estar en alerta de lo que pueda ocurrir», comenta Sylvia Comas. Por ello, centrarnos en el aquí y el ahora, puede dejarnos fluir esos pensamientos negativos y calmar nuestra ansiedad. Recuerda: lo pasado ya ha pasado y no merece ocupar todo tu presente y los escenarios futuros que te llenan de ansiedad, rara vez, suelen ocurrir.
Mejora la escucha activa
El mindfulness, como asegura Sylvia Comas, puede mejorar nuestras relaciones familiares, de pareja y amistosas. Al final, al estar más presentes, podemos generar un mejor vínculo. «La ciencia ha evidenciado que la mitad del tiempo estamos pensando en cosas que no están sucediendo y el 95% estamos en piloto automático, es decir, actuando como autómatas. Y eso se traduce también a las relaciones y, por ejemplo, a la escucha. Muchas veces, no escuchamos al 100% al otro y, consciente o inconscientemente, eso se percibe», apunta la autora. «Una de las cosas más preciosas que se puede regalar al otro es nuestra atención, realmente, atenderles y valorar su presencia», agrega. Y, precisamente, al centrarnos en el presente con el mindfulness, es más fácil ejercitar esa escucha activa y atención en el otro.
Mayor empatía
La empatía es uno de los rasgos sociales más apreciados y una muestra de sensibilidad y preocupación por el resto. «El mindfulness también mejora la empatía. Al prestar mayor atención al otro y hacerlo sin juicios, porque el mindfulness invita a poner el foco pero aceptando, sin juzgar; nos tornamos más empáticos», defiende la experta. Esta atención plena que nos hace más sensibles ante los sentimientos de los demás, nos ayuda a entender otras perspectivas y poder solventar conflictos.
Reduce las reacciones impulsivas
Al ser más consciente de tus emociones y pensamientos, el mindfulness disminuye respuestas reactivas en discusiones o conflictos, promoviendo un diálogo más sereno y constructivo. «Es una buena manera de sosegarnos y regular las emociones, lo que favorece que haya comportamientos menos agresivos y hostiles. Esto contribuye también a tener mejores relaciones y que el resto aprecie más nuestra compañía», afirma Sylvia Comas. «Podemos, sin duda, aprender a manejar las emociones y es posible a regularnos. El problema es algo que no nos enseñan. La meditación nos puede dar muchos recursos para lograr hacerlo», agrega.
Mayor autoconocimiento
Facilita el perdón
Es inevitable tener algún enfrentamiento o conflicto en la vida, al igual que es muy probable que en algún momento alguien haga algo que nos moleste. «Pero el mindfulness nos ayuda a desarrollar la amabilidad, la compasión, la ecuanimidad y, por ende, el perdón. Esto es algo transformador y fuente de bienestar», garantiza la escritora. «Con la atención consciente y la escucha a nosotros mismos podemos darnos cuenta de la existencia de heridas en nosotros mismos que necesitan ser sanados y el perdón es una forma de hacerlo. Pueden ser cosas por las que nos culpamos o avergonzamos o espacios de dolor en relación a otros y lo que nos han hecho o hemos hecho. Pedir perdón o perdonar sin esperar a que nos pidan perdón porque es algo que no controlamos, nos libera», asegura.
Una comunicación más honesta
Estar presente en el momento favorece el desarrollo de una conexión genuina, tanto con amigos como con parejas, alejándote del ruido mental que suele obstaculizar las relaciones. Al evitar todo ello, podemos prestar atención a nuestro mensaje y lograr una comunicación más asertiva. «La atención plena nos ayuda a ser más consciente de lo que decimos y, sobre todo, cómo lo decimos. Todo puede ser dicho, pero desde la amabilidad. Cuando lo decimos desde la rabia no damos la oportunidad a que sea acogido por la otra persona. También nos permite chequear cómo lo recibe el otro y ver si lo está entendiendo, si debo reformular la forma de decirlo», indica Sylvia Comas.
Tratarse con más amabilidad
Pero el mindfulness no solo nos enseña a ser amables y compasivos con el otro, sino, también, con nosotros mismos. «Hay muchas evidencias que muestran que la amabilidad y la autocompasión son formas de relaciones con nosotros mismos que son mejores que tener una autoestima elevada. En Occidente se valora mucho la autoestima, pero ello, a veces, deriva en orgullo y comportamientos narcisistas. Además, cuando hay un fracaso, puede verse afectada», recalca la autora. «Pero tratarse con autocompasión, permite que, sean cuales sean las circunstancias, te tratarás con amabilidad. No quiere decir indulgencia, ojo, sino, como trataríamos a un amigo. Hay que potenciar el refuerzo positivo», añade.