Diego Ferreira, el chef brasileño que brilla en el desconcierto controlado, se mudó desde Vilanova i la Geltrú para abrir en Madrid un restaurante que la Guía Michelin 2025 ya ha fichado. No porque sea otro templo de la alta cocina inaccesible, sino porque está haciendo algo más interesante: demostrar que los opuestos, a diferencia de tú y esa ex novia, no solo se atraen, también saben increíble juntos.
«Contrastes nace de la idea de que la cocina es, como la vida, un juego de opuestos que se encuentran y dialogan», explica Ferreira mientras observa su sala de mesas de mármol y terciopelo rosa.

Aquí lo tradicional y lo innovador conviven
Lo tradicional con lo contemporáneo. Lo local con lo global. Lo sencillo con lo sofisticado. Suena a charla TED gastronómica, pero cuando llega el tartar de gamba con tuétano helado —«dulzor y salinidad, cremosidad y frescor, crudeza y técnica en un solo bocado»— entiendes que Ferreira no está filosofando. Está desafiando a tu paladar.
Contrastes que fascinan
El cochinillo bamhi podría sonar a sacrilegio para cualquier segoviano hasta que lo pruebas. Las croquetas aquí no son las de tu abuela, aunque extrañamente te recuerdan a ella. El ceviche del día tiene un acento brasileño que dialoga con ingredientes de Mercamadrid como si se conocieran de toda la vida.
«Me siento muy orgulloso de aquellas recetas que nacen de la memoria, pero se reinterpretan desde la creatividad», confiesa Ferreira. «Platos que parten de un guiso o de una receta familiar y terminan convertidos en algo inesperado, sin perder su raíz», añade.

Contrastes es accesible con buen ticket medio
En un barrio donde los restaurantes compiten por ver quién es más exclusivo, Contrastes hace algo radical: ser accesible. Con un ticket medio de 30-50 euros, no necesitas hipotecar un riñón para experimentar esta esquizofrenia gustativa controlada.
«El producto es siempre el punto de partida, y la técnica es la herramienta que me permite potenciarlo, nunca disfrazarlo», insiste Ferreira. Es la diferencia entre un malabarista que te impresiona y un mago que te hace creer. Aquí hay técnica, pero no la ves venir hasta que está en tu boca contradiciéndose deliciosamente. La vajilla participa en el juego: «No es solo un soporte, sino un escenario donde ocurre la experiencia», explica Diego.
Lo que realmente estás pagando
No vienes a Contrastes por Instagram, aunque los platos sean criminalmente fotogénicos. No vienes por el estatus, aunque estar en Michelin ayude. Vienes porque en algún momento de los últimos años, comer se volvió predecible, y aquí cada plato es una pequeña crisis existencial resuelta en tu paladar.
«Me gustaría que el comensal se llevara una emoción, un recuerdo que vaya más allá del sabor», reflexiona Ferreira. «Que al pensar en Contrastes no solo recuerde un plato, sino un momento: una conversación, una sorpresa, una sensación de haber vivido algo único».

Contrastes es la creatividad hecha plato
En una ciudad donde la alta cocina a veces se toma demasiado en serio y la cocina casual a veces no se toma lo suficientemente en serio, Ferreira encontró el punto medio. Es el tipo de lugar al que llevas a alguien cuando quieres impresionar sin parecer que lo intentas. Donde celebras ese ascenso sin sentirte culpable por el precio. Donde una primera cita puede convertirse en anécdota para contar en la boda.
Los puristas dirán que el tuétano no debería ser helado. Los conservadores argumentarán que el cochinillo es sagrado. Los escépticos cuestionarán si realmente necesitamos otro restaurante «creativo» en Salamanca. Ferreira responde con un plato donde todo eso convive, se contradice y, contra todo
pronóstico, tiene sentido.