En un Madrid donde los restaurantes abren y cierran al ritmo vertiginoso de las tendencias gastronómicas, mantenerse en pie durante medio siglo es un logro reservado solo a los verdaderos clásicos. El Buda Feliz 1974 no es solo el primer restaurante chino de la capital, sino un emblema de cómo la tradición y la innovación pueden convivir en armonía. Desde su apertura en los años setenta, cuando la cocina china era un exotismo apenas conocido en España, hasta su reinvención en pleno siglo XXI, este templo gastronómico ha sabido mantener intacta su esencia sin quedarse atrapado en el tiempo. Y conocerlo es viajar por el pasado, el presente y el futuro.
Ubicado en la calle Tudescos, en el corazón de Madrid, El Buda Feliz 1974 ha sido testigo del crecimiento de la ciudad y del cambio en el paladar de los madrileños. Lo que comenzó como un local familiar que servía recetas fieles a la tradición china, con platos adaptados al gusto español de la época, ha evolucionado hasta convertirse en un referente de la auténtica gastronomía china. Desde sus primeros rollitos de primavera hasta su aclamada versión del pato laqueado, el restaurante ha conquistado paladares y ha recibido a generaciones de clientes fieles, incluyendo artistas como Alaska o Jessica Alba, políticos y hasta los Reyes de España.

El restaurante no deja de innovar y reinterpretar sus recetas clásicas
El restaurante también ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos en lo que a estética se refiere. Tras una renovación integral, el espacio luce una decoración que fusiona elementos tradicionales con toques contemporáneos, creando un ambiente que invita a la relajación y al disfrute. Además, la incorporación de nuevas técnicas culinarias y la reinterpretación de recetas clásicas han permitido que El Buda Feliz 1974 siga siendo relevante y haga que nunca nadie pueda cansarse de él.
Una cápsula del tiempo modernizada
Hablar de El Buda Feliz 1974 es hablar de una cocina que ha evolucionado sin perder su autenticidad. Entre las especialidades más destacadas se encuentra el Chuan Yi Kao Ya, una versión original del pato laqueado, que combina la jugosidad de la carne con una piel crujiente y una salsa de ciruela japonesa que realza sus sabores. Se acompaña con crepes finísimas que los comensales pueden rellenar al gusto, creando un bocado redondo en cada mordisco. Otra propuesta imperdible son los tallarines hechos a mano con cerdo, setas y verduras al wok. Su textura ligeramente elástica y el toque ahumado que les aporta el wok los convierten en una apuesta segura.

El Buda Feliz combina platos icónicos con opciones menos conocidas
Uno de los aciertos de El Buda Feliz 1974 es la combinación de platos icónicos con opciones menos conocidas, permitiendo tanto a neófitos como a expertos en cocina china disfrutar de una experiencia completa. Los xiao long bao, esos pequeños bocados de masa rellenos de caldo, son una de las joyas escondidas de la carta que, al morderlos, te hacen sentir toda una explosión (literal) de sabor. También merece la pena probar el nan nui fei pian, un plato a base de ternera y callos que combinados con setas y un toque picante termina haciéndose adictivo.
Pero si hay que decantarse por algunos platos, no hay dudas: el pollo picantón al estilo de Sichuán y los zong zi, tamales de arroz y varios ingredientes envueltos en hojas de bambú. El pollo es una auténtica oda a la cocina sichuanesa, famosa por su audaz combinación de especias, el uso de la pimienta de Sichuán y la búsqueda de la sensación málà (麻辣), esa mezcla explosiva entre picante y un ligero adormecimiento en el paladar. Por otro lado, los Zong Zi representan la cara más reconfortante y tradicional de la gastronomía china ofreciendo un bocado suave y aromático.
Todas estas elaboraciones son una demostración del cuidado que El Buda Feliz 1974 pone en cada plato. El Buda Feliz 1974 sigue apostando por una cocina auténtica y con carácter, alejada de los tópicos que suelen acompañar a esta gastronomía. Y es que en sus platos no solo se sirve comida, sino también historia, memoria y un innegable respeto por una tradición milenaria.