El teatro respira antes que nosotros: una penumbra cálida, el murmullo de afinación, la expectativa que cruje en las butacas. Cuando entra Farnaz Ohadi, los melismas abren una grieta luminosa: el persa y el quejío se reconocen como viejos parientes y la sala se queda a oscuras por dentro para ver mejor. «Puedo decir que he amado el flamenco toda mi vida… algo me pasó en Andalucía y entendí que esa era la música de mi corazón», señala la cantante Farnaz Ohadi.
Breath despliega su tesis con sutileza: la ciudad, el exilio, la pertenencia, el cuerpo como territorio de resistencia. La mezcla no se vende como rareza sino como destino musical que tenía que ocurrir. «Compartimos melancolía y nostalgia; por eso llevo la poesía persa a las melodías flamencas», comenta Farnaz Ohadi.
Lo musical sorprende por su equilibrio: donde el flamenco aprieta en el compás, la tradición persa se abre en la melodía; donde la palabra quiere explicarlo todo, la guitarra lo insinúa. «La fuerza del flamenco está en el ritmo; la música persa florece en la melodía y sobre todo en la poesía», afirma, Farnaz Ohadi.

Colaboraciones estelares
La gira española se anuncia como “única” y plural a la vez: en cada ciudad, invitados que afinan matices y reescriben la noche. Los espectáculos se presentan con colaboraciones estelares en distintas ciudades: Jesús Carmona en Barcelona y Madrid o Manuel Liñán en Sevilla y Granada. «Nunca se acaba el estudio de la historia del flamenco y de la música persa; será siempre un desafío de por vida», apunta Farnaz Ohadi.
En los pasajes centrales, la “igualdad de género” no es consigna sino respiración: se filtra en la frase, en la forma de sostener los silencios. La sala parece entenderlo a la primera: aplaude cuando debe y calla cuando conviene. «A veces pensamos que el arte no tiene poder, pero basta ver cómo se persigue a artistas para entender su fuerza», comenta, Farnaz Ohadi.
De Irán a Sevilla
El relato biográfico se vuelve partitura: infancia en Irán, cintas de flamenco escuchadas hasta desgastarlas, viaje iniciático por Andalucía y, después, la certeza de una voz que ya no puede negarse. «Cuando dejamos Irán yo tenía 17 años y las cintas de mi padre estaban destruidas de tanto escucharlas», dice Farnaz Ohadi.
La ruta a Sevilla no es geográfica: es sentimental y técnica. Se llama estudio, respeto a la teoría, y a la vez libertad para cruzar sistemas complejos —dastgah y palos— sin banalizarlos. «Los desafíos de combinar ambas disciplinas son muchos. El primero es la aceptación y tener conocimiento de ambas formas para crear una sola voz», afirma Farnaz Ohadi.
Breath se despide sin gritar: deja al público con una verdad suave y radical a la vez —que a veces cantar es traducir quién eres para que otros también recuerden quiénes son. «No estoy persiguiendo a nadie: estoy forjando mi propio camino. El arte tiene una historia poderosa y debe ser contada», zanja, contundente, Farnaz Ohadi.