Estos son los dim sum que enamoran a locales y viajeros en Atocha

Pocas cosas en el mundo despiertan tanto placer como abrir una vaporera de bambú y que el aroma de un dim sum recién hecho te invada. Pequeñas obras maestras al vapor, rellenas de historia y sabor, que en China acompañan desde hace siglos el ritual del té y la conversación pausada. Pero no hace falta viajar hasta Cantón para vivir esa experiencia. En pleno Paseo del Prado, a escasos metros de la estación de Atocha, se encuentra Bar Dim Sum Atocha, un establecimiento que ha logrado capturar la esencia de la cocina china tradicional y ofrecerla al público madrileño con precios muy económicos. 

La carta de Bar Dim Sum Atocha es un homenaje a los sabores clásicos del dim sum. Entre sus especialidades se encuentran las empanadillas al vapor rellenas de gambas, las gyozas vegetales a la plancha y el takoyaki, una delicia japonesa que también ha encontrado su lugar en este menú variado. Cada plato se prepara al momento, garantizando frescura y sabor en cada bocado. Pero si hay uno que destaca sobre el resto ese es, sin duda, su sopa con dim sum que tiene mucha sustancia y ofrece una explosión de sabor a cada sorbo. 

Bar Dim Sum Atocha no es un lugar de grandes alardes ni pretensiones impostadas

El ambiente del local es sencillo pero acogedor, con una decoración que combina elementos tradicionales chinos con un estilo moderno. La atención al cliente es destacable, con un personal amable y eficiente que se asegura de que cada comensal disfrute de una experiencia agradable. Además, la rapidez en el servicio permite que incluso aquellos con poco tiempo puedan disfrutar de una comida completa sin demoras.

Uno de los aspectos más atractivos de Bar Dim Sum Atocha son sus precios. Con platos que no superan los 10 euros, es posible degustar una variedad de especialidades sin que el bolsillo se resienta. Esta combinación de calidad y precio ha sido ampliamente reconocida por los clientes, quienes destacan la excelente relación entre ambos.

Bar Dim Sum Atocha no es un lugar de grandes alardes ni pretensiones impostadas. Es una pequeña oda a la cocina china donde lo importante es el hacer y la tradición. Un sitio donde lo esencial —el sabor, la calidez, la autenticidad— sigue intacto, sin artificios. Porque a veces, lo más extraordinario cabe en una simple cesta de bambú.