Hay quien cree que la filosofía vive encerrada en las bibliotecas, pero basta una conversación cotidiana —mientras se hace la compra, se discute en un bar o se espera en el metro— para descubrir que todo el mundo filosofea sin darse cuenta. Cuestionar el trabajo, el amor, el miedo al futuro, el rumor constante del éxito o la precariedad no es otra cosa que pensar el mundo y pensarnos dentro de él. Ese es el punto de partida de ‘Filosofía Mundana‘, el montaje que llega a la Nave 10 de Matadero para recordarnos que el pensamiento no es un lujo, sino una herramienta de supervivencia. Que no nacemos filósofos, pero podemos —y quizá debamos— ejercitarnos como tales.

La dramaturgia se inspira en textos de Javier Gomá
La obra hunde sus raíces en la tradición del filósofo como observador incómodo de su época, pero lo hace desde un prisma contemporáneo accesible, irónico y tremendamente vivo. La dramaturgia se inspira en textos y reflexiones de la filosofía actual de Javier Gomá —aquella que no se conforma con teorizar sobre la vida, sino que la pisa— y los traduce al escenario en forma de preguntas y escenas que interpelan directamente al espectador. No se trata de impartir doctrina, sino de activar la duda, la curiosidad y el pensamiento crítico en un contexto cultural donde la inmediatez amenaza con borrar el matiz de todas las conversaciones. «Desde el primer momento entendí entendí perfectamente
la necesidad de comunicar el mensaje de Gomá, precisamente en
estos tiempos que corren», explica Laura Pamplona, una de las protagonistas junto a Jorge Calvo, Marta Larralde y Pepe Ocio.
El montaje, de estética limpia y cruda, apuesta por un escenario casi desnudo que permite que el cuerpo, la palabra y el silencio sean la verdadera escenografía. No hay artificio, sino presencia: actores que se exponen con sus argumentos, movimientos que dialogan con las ideas, cambios de ritmo que obligan a escuchar de otro modo. La dirección —cómplice de la palabra pero nunca servil— consigue un equilibrio delicado: pensar sin solemnidad, reír sin banalizar, sentir sin caer en lo sentimental. Una filosofía teatral hecha de carne, voz y gesto que busca lograr conectar con uno mismo. «Creo que la paz hay que encontrarla en uno mismo y para hacerlo, hay que practicar el ejercicio de aceptar que el mundo no es como deseas sino como es realmente», asegura Pamplona.
El arte de reflexionar sin prisas
En un tiempo en el que los textos se desconfían porque son largos, y los titulares parecen ser el único género literario de nuestro día a día, ‘Filosofía Mundana’ reivindica el valor de las frases completas, de los pensamientos que no caben en un tuit. El autor de los textos en los que se inspira el montaje —filósofo y ensayista contemporáneo— enseña que el pensamiento no debe elevarse; debe descender. No busca responderlo todo, sino acompañar. En la obra se percibe esa influencia: la filosofía como conversación, como pregunta sin arrogancia, como forma de salvar algo de nosotros en medio del ruido.

La obra no mira al espectador por encima del hombro, sino a la cara
Los temas se suceden con naturalidad: la identidad, las emociones como brújula o como trampa, la productividad erigida en religión, el miedo al fracaso convertido en sistema educativo, la búsqueda de sentido en un mundo que gira más rápido de lo que somos capaces de nombrar. Pero también la risa, la amistad, el amor como pregunta que nunca se resuelve. La obra no mira al espectador por encima del hombro, sino a la cara; no sermonea, propone; no impone respuestas, siembra dudas fértiles.
Salir de la Nave 10 después de ver esta obra no garantiza que el mundo sea más claro, pero tal vez sí un poco más ancho. Lo que deja el espectáculo no es un dogma, sino una disposición: la voluntad de hacerse preguntas sin prisa, sin miedo a parecer ingenuo, sin necesidad de tener la última palabra. Quizás —como sugiere la obra— filosofar sea eso: sostener la duda sin huir de ella.
Porque al final, ‘Filosofía Mundana’ no viene a dar lecciones. Viene a recordarnos algo que la filosofía supo antes que nosotros: que pensar es, también, una forma de cuidarse.