En una época donde la introspección y la responsabilidad social son más necesarias que nunca, el Teatro Karpas de Madrid nos invita a revisitar ‘Ha llegado un inspector‘, una obra que, a pesar de haber sido escrita en 1945, mantiene una vigencia sorprendente. La puesta en escena de la Compañía Titular Karpas, dirigida por Manuel Carcedo Sama, ofrece una experiencia teatral que combina la elegancia del teatro clásico con una crítica social que resuena en el presente.
‘Ha llegado un inspector’ es una de las obras más emblemáticas del dramaturgo británico J.B. Priestley. Ambientada en la Inglaterra de 1912, la trama se desarrolla durante una cena en casa de la adinerada familia Birling, cuya celebración se ve interrumpida por la inesperada visita del inspector Goole. Este misterioso personaje informa sobre el suicidio de una joven llamada Eva Smith y comienza a interrogar a cada miembro de la familia, desvelando secretos y conexiones que ponen en tela de juicio la moralidad de los presentes.
La obra es una crítica mordaz a la hipocresía de las clases altas y a la falta de responsabilidad social. Priestley utiliza el personaje del inspector como una especie de conciencia colectiva que confronta a los personajes —y al público— con las consecuencias de sus acciones. La química entre los actores y la dirección precisa de Carcedo Sama permiten que la obra fluya con naturalidad, manteniendo la atención del espectador y resaltando los dilemas morales que plantea el texto.
¿Somos responsables de las decisiones ajenas?
A pesar de estar ambientada en una época pasada, la obra aborda temas que siguen siendo relevantes hoy en día, como la desigualdad social, la responsabilidad individual y la empatía hacia los demás. La obra invita al público a cuestionarse sobre el impacto de sus acciones y la importancia de asumir las consecuencias de las mismas.
En una sociedad donde la indiferencia suele camuflarse como neutralidad y la responsabilidad se diluye entre excusas y burocracias, la obra de Priestley recupera una verdad incómoda: todos somos responsables, incluso cuando no lo admitimos. Cada gesto, cada omisión, cada palabra dicha o no dicha construye —o destruye— el mundo del otro. Nos es imposible no preguntarnos a cuántas “Eva Smith” hemos ignorado por comodidad, por prejuicio o por miedo.
En tiempos donde el individualismo se disfraza de libertad, esta obra nos recuerda que vivir en sociedad implica mirar al otro, hacerse cargo, responder. Porque, como advierte el inspector, «todos estamos unidos en una sola comunidad» —y si no aprendemos eso, las consecuencias no serán solo teatrales. Serán reales.