Hay dos Mallorcas. La del verano, con sus yates fondeados en cada cala, sus atascos épicos hacia Es Trenc y sus reservas imposibles en cualquier restaurante decente. Y luego está la Mallorca de octubre: cuando los locales vuelven a sus playas favoritas, los pueblos de la Tramuntana recuperan su ritmo pausado y puedes cenar sobrasada sin sentirte un turista.
El otoño transforma la Tramuntana en algo que las postales de verano no capturan. Los bosques de encinas se tiñen de ocres y dorados, la luz rasante de octubre convierte cada pueblo en un cuadro, y Valldemossa o Deià recuperan esa atmósfera de refugio creativo que atrajo a Chopin, Robert Graves y todos los artistas que entendieron que aquí había algo especial.
Olvídate de los 38°C asfixiantes de agosto. En octubre, Mallorca se mantiene en unos civilizados 23-25°C durante el día. Es el clima perfecto para hacer todo lo que en verano sería una tortura: caminar por Palma sin derretirte, subir al Puig Major sin deshidratarte… Y lo mejor es que el mar sigue a 22-23°C, calentito después de todo el verano acumulando temperatura. Y aunque puede llover, cuando lo hace, la isla huele a tierra mojada y romero.

La Mallorca que come y bebe sin prisa
Octubre es vendimia. Las bodegas de Binissalem, Felanitx y Porreres abren sus puertas para catas que no son performances para cruceristas. Es cuando puedes sentarte con el enólogo y probar esas variedades autóctonas (manto negro, callet, prensal blanc) que están poniendo a la isla en el mapa vinícola.
Los mercados se llenan de productos que no ves en verano: setas de sa Tramuntana, granadas de los huertos del Raiguer, membrillos para hacer confitura. La sobrasada nueva empieza a curarse. Los restaurantes recuperan los platos de cuchara que en verano no tienen sentido.

Las ventajas que nadie menciona
Los precios bajan entre un 30-50% respecto al verano. No solo hoteles: alquiler de coches, restaurantes, incluso las cañas en los bares de Palma vuelven a precios normales.
Puedes cambiar de planes sobre la marcha. ¿Qué decides ir a Formentor? No necesitas madrugar para coger sitio. ¿Qué quieres cenar en ese restaurante del que todos hablan? Probablemente tengan mesa.
Mallorca en octubre no es la isla vaciándose tras el verano. Es la isla volviendo a ser isla. Los negocios locales que cierran en noviembre aprovechan para despedir la temporada con ganas. Los que permanecen abiertos todo el año por fin pueden respirar y ofrecer ese servicio pausado que el turismo masivo no permite.
Y probablemente, como les pasa a todos los que descubren la isla en octubre, empezarás a planear tu vuelta para el mismo mes del año siguiente. Porque hay secretos que, una vez descubiertos, se convierten en tradiciones personales. Octubre en Mallorca no es descubrir una isla. Es descubrir que la isla que creías conocer era solo la mitad de la historia.