Madrid está de celebración. El arte, el flamenco, la moda y, en general, la cultura española más castiza inundan la capital. Este octubre, mientras el festival celebra su vigésima edición con 46 espectáculos y 19 estrenos absolutos, queda claro que Suma Flamenca no es solo otro festival. Es el momento anual en que Madrid recupera lo que los tablaos le quitaron al flamenco: el cante.
«En los años cincuenta, el primer tablao de Madrid programaba 90% de cante hondo», explica Antonio Benamargo , director del festival, con la precisión de un historiador. «Pero llegó el turismo en los sesenta y los tablaos descubrieron que el baile es más vistoso, que puedes cobrar más caro a gente que no entiende. El cante se redujo prácticamente a nada». Corral de la Morería, Café de Chinitas… los grandes tablaos apostaron por lo visual. No es crítica, es supervivencia económica. Pero Suma Flamenca nació hace 20 años para equilibrar la balanza: aquí el cante vuelve a ser protagonista, no decoración para el baile.

El público madrileño agota las entradas en pocos días
Y el público madrileño responde a todo este arte y pasión con una voracidad que sorprende al propio director. «No hacemos promoción en el extranjero. No promocionamos en redes sociales. Solo un envío de correos electrónicos. Y se agota todo en pocas semanas. Es el público de Madrid el que se vuelca», asegura Benamargo.
La línea roja: flamenco-jazz sí, jazz-flamenco, nunca
«Yo no programo jazz-flamenco, sino flamenco-jazz. No programo rock-flamenco, sino flamenco-rock. El orden importa porque tiene que haber toma de tierra, raíz flamenca», aclara el director con una distinción que parece semántica, pero es fundamental. Su filosofía es clara: «Solo puedes ser vanguardista si conoces la tradición. Si no, estás en el aire. Puedes traer armónica, gaita, xilófono, me da igual. Lo importante es que el lenguaje sea flamenco», añade.
Entre los 19 estrenos absolutos de este año, uno destaca por su peso simbólico: Mayte Martín cerrará el festival el 2 de noviembre con un doble álbum que llevaba 20 años gestándose. Como si el festival y ella hubieran madurado juntos para este momento. Otro de los que más sorprende por su apuesta es ‘Tres haikus para Lorca’ de Begoña Castro con la bailadora japonesa Ima Tenko, combinando flamenco con danza butoh. «Está todo vendido», dice Benamargo con satisfacción.

Mayte Martín es una de las grandes voces del flamenco español
Asimismo, la sección Suma Flamenca Joven presenta a menores de 30 años, pero la realidad es más cruda. «El que no llega con veinte años, no llega», sentencia Benamargo. «Si con veinticinco no has llegado, imposible. Hay mucha exigencia en el mundo del flamenco. Algunos tienen dieciocho años y ya son artistas. Si un cantaor no canta bien, no afina o la voz se le quiebra mal, rápidamente le dicen: «Dedícate a la guitarra, a las palmas, a la percusión». El que llega, llega con garantía de que va a ser artista», asegura.
Madrid, capital inesperada del cante hondo
Suma Flamenca es uno de los tres festivales más importantes de España junto a la Bienal de Sevilla y el Festival de Jerez. Pero mientras Sevilla reivindica la tradición y Jerez se centra en el baile, Madrid abraza la pureza sin renunciar a la innovación: cante hondo y danza butoh flamenca en el mismo programa.
«El flamenco es de España. El rock y el pop no. Nosotros copiamos fórmulas de fuera. El flamenco no», reflexiona Benamargo. Y Madrid tiene el público más entendido. «No se habla tanto de cante en la barra de un bar, pero se va, se paga la entrada, se escucha en silencio y se aplaude con las palmas. Es fantástico», agrega.

Suma Flamenca confía en un público que sabe lo que quiere
En la era del marketing digital, Suma Flamenca es una anomalía: no hace publicidad
internacional, no promociona en redes sociales. «Los turistas vienen de dos en dos si quieren, pero es el público de Madrid el que agota todo», defiende el responsable. También es el anti-festival. Mientras otros eventos culturales mendigan likes y compiten por influencers, Suma Flamenca confía en algo arcaico: un público que sabe lo que quiere y lo paga sin necesidad de que se lo vendan.
Madrid no inventó el flamenco. Pero después de 20 años de Suma Flamenca, ha demostrado que sabe escucharlo mejor que nadie. Y en el flamenco, como en el jazz, el público que sabe escuchar es tan importante como el artista que sabe tocar.