Suso Silva, creador y maestro de ceremonias de El Circo de los Horrores, se despide de los escenarios con ‘Réquiem: Sinfonía Final’, un espectáculo de El Circo de los Horrores en Ifema que combina terror, humor y acrobacias para explorar los límites de la vida y la muerte. Tras varias décadas en la escena circense, reflexionamos con él sobre el circo, el terror, las giras y su futuro profesional.
En sus inicios, mencionaste que el circo estaba “muerto” y que querías “desenterrarlo”. ¿¿Cómo nació la idea de fusionar el teatro, el cabaret y el terror en un espectáculo circense?
Bueno, nació básicamente por varias razones. Una, intentar recuperar a un público joven, adulto pero joven, no niños, apetentes de un circo contemporáneo que no tradicional. Sobre todo intentar recuperar a este público entre 20 y 40 años que no les interesa nada un público familiar y buscaban un show mucho más teatral, con un desarrollo, un nudo, un desenlace. Un circo fresco, actual, joven, con mucha energía. Y, sobre todo, con esas gotitas de cabaret salvaje que tanto nos caracterizan.
El terror es un tema central en tus espectáculos. ¿Qué crees que hace que este género sea tan atractivo y cautivador para las audiencias?
Sí que me gusta el terror, pero no más que otros géneros. Básicamente nació con el terror porque pensaba que era un modo empresarialmente rentable y pensaba que podía captar a este público. Yo de jovencillo me iba a las salas de cine y veía qué género me interesaba más. Y hubo un tiempo, quizá ahora no tanto, que me interesaba más el horror por goleada. Soy enamorado del terror antiguo, blanco y negro como Dr. Caligari, Nosferatu, en el que se basa mi maestro de ceremonias. Ese terror donde se realizaban las películas en un plató pequeño y donde todo transcurría de un modo muy artesanal.
«Es como si el escenario no me dejara irme y es triste»
Tu vida ha estado ligada al circo desde muy joven. ¿Qué momentos clave recuerdas como los más transformadores de tu carrera artística?
Bueno, ha habido muchos momentos que en realidad fueron básicos y conformaron lo que fui yo en el futuro. Mis comienzos en el Circo de los Muchachos, por ejemplo, por la Galicia en los años 70, cuando era un niño, hice mis primeras giras que fueron maravillosas, me abrieron los ojos, me alucinaron y me engancharon al circo. Eso se lo tengo que agradecer a mi tío, al Padre Silva, que fue el verdadero precursor de lo que más adelante sería un Circo de los Horrores. Es verdad que después, ya con 20 años, hice teatro y circo en sala con mi hermana y Abelardo. Después, también cuando se comenzó a crear el Circo de los Horrores o en 2003 cuando me dieron el Premio Nacional de Circo y la Ministra Calvo me dijo que tenía el derecho y el deber algo nuevo, atractivo y que captara a los jóvenes. Todos esos fueron momentos importantes para mí.
En ‘Réquiem’ anuncias tu despedida de los escenarios. ¿Qué emociones te evoca dejar atrás el rol de maestro de ceremonias después de casi dos décadas?
Es triste, joder. De hecho, en el show termino desnudo en el escenario y lo que digo es que me voy lleno por dentro y desnudo por fuera. No encarno un último personaje. Y si es un personaje es pura piel, sin maquillaje ni vestuario. De hecho, esa despedida, no había forma de mantenerla, en los ensayos y en el backstage me salía, pero en el escenario se me olvidaba. Era como si el escenario no me dejara irme y el público su reacción, igual: “Suso, no te vayas”. Es triste.
Un suicidio escénico
¿Por qué lo defines como tu suicidio escénico?
Yo lo defino como mi suicidio escénico porque nadie me pide que me vaya, todo lo contrario. Piden que continúe. Pero es verdad que las giras se hacen intensas. Con ‘Réquiem’ llevamos dos años fuera de casa. No es fácil, es cansado, es duro. Y la soledad de las giras a veces es dura también. Mi perro me gira la cabeza y mi hijo saluda más al tío del gas que a mí. Vamos, que me toca estar un poquito más en casa. Seguiré, porque no me voy a desvincular, pero de otro modo. Seguiré en el lado oscuro, escribiendo, creando y dirigiendo.
«Paso el testigo a mi hija y sabe lo que quiero»
Tu hija será la próxima maestra de ceremonias. ¿Qué significa para ti pasarle el testigo a una nueva generación, y qué esperas de su aportación al espectáculo?
Pues paso el testigo a mi hija, a una mujer que va a ser maestra de ceremonias. Cañera, guerrera, guapa, divertida. El Circo de los Horrores debe renovarse y adaptarse a los tiempos que corren en una mujer de 25 años y, por eso, es importante pasar el testigo. Sé que le dejo un listón muy alto y que la gente me viene a ver mucho a mí, pero bueno, se crearán shows muy adaptados y hay Circo de los Horrores para rato. Y no dudo del buen hacer de alguien que ha mamado muchos horrores a mi lado desde pequeña y sabe muy bien lo que quiero.
El circo requiere una entrega total y sacrificado. ¿Cómo has manejado el equilibrio entre tu vida personal y la exigencia constante de las giras y la creación artística?
No siempre ha sido fácil. Es verdad que yo lo que he hecho ha sido coger el paquetito familiar y llevarlo a la gira. Me encanta y es lo que he hecho toda mi vida y volvería a hacerlo, pero, a ratos, es duro. Aunque aún tengo energía, ahora me cuesta más realizar todos esos trabajos a la vez de crear, escribir, dirigir, actuar, estar de gira… con lo cual tengo que priorizar. Tengo que priorizar qué es lo más importante: sacar nuevos shows, dejar la empresa funcionando y seguir creando espectáculos. Actuar como maestro de ceremonias me chupa muchísima energía.
A lo largo de tu trayectoria, has acumulado miles de recuerdos sobre el escenario. ¿Cuál ha sido el momento más emotivo o significativo que viviste durante una función?
En estas últimas funciones, encontrarme una familia que estaban ahí tres sentados y había un pequeño florero en medio con ellos. Al acabar la función, se me acercaron los tres y me dijeron que los cuatro estaban encantados de haber visto el show. Yo no veía a los cuartos por ningún lado. Finalmente me contaron que en la urna estaba el padre y el marido, que habían comprado las entradas y se había muerto pero habían querido traerlo al show y que se lo había pasado de puta madre.
«Tenemos un público envidiable predispuesto a jugar»
Destacas la interacción con el público y la improvisación en tu despedida y último discurso. ¿Cómo logras que cada función sea única y adaptada a la energía de la audiencia?
Tenemos un público primero envidiable. ¿Por qué? Porque vienen predispuestos a jugar, a interactuar, a soltarse. Por ejemplo, cada vez que llega un calvo lo enfocamos un poco, con lo cual el cachondeo con el calvo de turno es ya brutal. Yo le pregunto, además, al calvo de turno si sabe lo que le pasa a los calvos y todo el mundo me ofrece su cabeza para que los bautice. También hay algunos que vienen muy serios y ya nos damos cuenta que son primerizos.
Ahora que das un paso atrás como maestro de ceremonias, dirigir nuevos shows ¿qué retos profesionales tienes en el horizonte?
Ese es el follón, que hay un montón de proyectos. Hay desde una serie a una película y en el circo Price sacaré un proyecto nuevo que tengo ahí guardadito acerca de mis orígenes, de mis raíces. No te lo puedo contar por ahora. También tenemos dos shows de los horrores para sacar.