Alocado, valiente, divertido, extravagante, llamativo y, sobre todo, disruptivo. Podemos dar muchos adjetivos para intentar describir lo que supone entrar en este atrevido local en el corazón de Chueca, pero todos se quedarían cortos a la hora de definir el deleite sensorial que supone cruzar sus puertas. Y es que La Cerda de Chueca te conquista los cinco sentidos. Además de una gastronomía fusión original tiene un decoración y ambiente únicos para hacer que cada visita sea una experiencia vital.
En plena era de Instagram, en La Cerda cada momento es una foto. Imposible no querer «posturear» en todos sus rincones. Es una oda al cerdo —o mejor dicho, a las cerdas—, una explosión de creatividad que pone en el altar que se merece a este animal del que nos gustan hasta los andares. Varios espacios que incluyen una galería «pigtoriana», un salón con aire parisino, jamones voladores y hasta una original pared para montarte un auténtico photocall.

Un estilo pin up muy de los años 50 que ya desde la calle fascina y te invita a fantasear. Además, su marcado concepto rosado no solo se limita a la decoración. La propia vajilla es ya toda una declaración de intenciones. Sus platos son divertidos y adaptados a cada receta. Sus vasos cuentan historias por sí mismos. Y lo mejor es que, próximamente, abrirán un servicio de tienda en el propio local para vivir todo este universo también en nuestras casas.
Reinventando la cocina típica
Pero más allá del continente, La Cerda sabe lo que hace y lo borda en materia de contenido. Su cocina parte de platos tan típicos como la ensaladilla rusa o una hamburguesa pero reinventados con un enfoque pink power, desenfadado e innovando con los sabores y texturas. Así, encontramos la «ensaladilla rosa» acompañada de pan de gambas, mini hot dogs «madrileños» con chopitos en vez de salchicha o sus carrilleras de cerdo con curry rojo. Si dudas entre tanta opción, su «costillón» a baja temperatura siempre será un acierto.

Y si piensas que una vez terminado el banquete, se acabó la fiesta, craso error. La Cerda de Chueca sabe perfectamente dónde está. Y aquí, les va la marcha. Una amplia de cócteles son el broche perfecto a una noche —o mediodía, por qué no— perfectos. Vienen en vasos que son una fantasía y ofrecen elaboraciones tan arriesgadas pero efectivas como el bourbon con sirope de palomitas caramelizadas con nuez moscada y clara de huevo.
Color rosa por doquier, platos en forma de puerco y retratos familiares de toda la familia de Babe, el cerdito valiente, te están esperando. Así que no esperes a ponerte bien cerda y date un homenaje.