El rumor del agua, el olor al incienso y una bruma que inunda todo el patio de butacas mientras se oye un taconeo que marca la marcha marcial y anuncia la llegada de los jinetes. El público contiene la respiración mientras a través de una puesta en escena impactante y unas interpretaciones muy pulidas se trasladan siglos atrás al México de Hernán Cortés. ‘Malinche‘, la obra más ambiciosa hasta la fecha de Nacho Cano, es mucho más que un musical: es una experiencia inmersiva que combina música, historia y una espectacular puesta en escena. Y te contamos sus pros y sus contras.
La obra narra la historia de Malinalli, conocida como La Malinche, una figura clave en el encuentro entre los mundos mesoamericano y europeo, rescatando su papel en un relato de amor, mestizaje y transformación cultural. Otras figuras clave en este momento histórico son el conquistador Hernán Cortes o el gobernador de Cuba, Diego Velázquez. Desde el instante en que los espectadores atraviesan las puertas del recinto, son transportados a un universo en el que México cobra vida a través de todos los sentidos.
Cuenta con el escenario más grande de Europa
La música atraviesa géneros que van del pop al hip hop, pasando por el rock, el flamenco y lo clásico, en una composición tan ecléctica como la historia que narra. «Nacho Cano siempre ha sido descriptivo en sus letras y melodías, logrando conectar desde el alma y el corazón. En este proyecto lleva la música a otro nivel, homenajeando a México y su riqueza cultural», explica Javier Adrados, responsable de comunicación de la obra. «Toda la música de la obra habla de lo importante que fue para la historia una persona como Malinche. Además, es un himno al mestizaje, al encuentro y a la fusión», añade.
La minuciosa investigación que Cano realizó durante 12 años sobre la figura de La Malinche refuerza la autenticidad de un montaje que, aunque a ratos se pierde y te saca de la historia con canciones no del todo bien concatenadas, tiene una de las mejores puestas en escena de la historia teatral española. «Probablemente sea de los 5 mejores en la historia del mundo. Y por decir cosas auténticamente palpables, cuenta con el escenario más grande de Europa, con un elenco impresionante y el montaje técnico también impresionante», defiende Adrados.
El Templo Canalla para foodies
Uno de los grandes aciertos de Malinche es que no termina cuando se apagan las luces del escenario. Junto al teatro, se encuentra el Templo Canalla, un espacio que invita al público a sumergirse aún más en la esencia de México, antes y después del musical. Inspirado en la vibrante cultura de este país, el Templo ofrece una experiencia gastronómica y musical que enriquece la jornada teatral. «La idea siempre fue que el espectador, desde que llega, sienta que está entrando en un mundo lleno de color y fascinación, como lo es México», comenta Adrados.
El espacio no solo alberga gastronomía de alta calidad, con platos típicos mexicanos como los tacos de res, sino que también es un lugar donde la música cobra protagonismo. No es solo un restaurante, sino una extensión del universo de ‘Malinche’. Los fines de semana, bandas en directo amenizan la velada, creando una atmósfera festiva y vibrante. Hay tanto brunchs por las tardes como fiestas que amenizan actores del elenco una vez terminada la sesión de noche. «En el Templo Canalla ocurren cosas distintas todos los días, los fines de semana siempre está la banda tocando en directo. Cada noche también es especial, porque está dirigida con el criterio artístico de gente del elenco», apunta el responsable.
Malinche no es solo un espectáculo teatral, sino una invitación a celebrar el mestizaje y la riqueza cultural que surge del encuentro de mundos. Con una producción de vanguardia, un mensaje poderoso y un entorno que embriaga los sentidos, esta obra deja una huella inolvidable en quienes se sumergen en su universo. Por algo, es el musical del que todo el mundo habla.
¿Quién fue la Malinche?
La Malinche, también conocida como Malintzin, fue una figura clave en la conquista de México en el siglo XVI. Nacida entre 1500 y 1510 en lo que hoy es el estado de Veracruz, su vida estuvo marcada por el dramatismo desde muy joven. Vendida como esclava tras la muerte de su padre, Malintzin pasó de un señorío indígena a otro hasta llegar a manos de los españoles en 1519. Fue entregada a Hernán Cortés como parte de un tributo y pronto se convirtió en su intérprete, consejera y mediadora gracias a su dominio del náhuatl y el maya, y más tarde del español. Con el conquistador tuvo un hijo, Martín Cortes. Su papel fue crucial en la comunicación entre los conquistadores y los pueblos indígenas, quienes la veían como un puente entre dos mundos.
Históricamente, Malinche ha sido objeto de interpretaciones contradictorias. Para algunos, fue una traidora que ayudó a los españoles a someter a las culturas mesoamericanas; para otros, una víctima de las circunstancias, que usó su inteligencia y habilidades para sobrevivir y negociar en un contexto de brutal dominación. Sin embargo, su figura trasciende la dicotomía de heroína o villana: representa el mestizaje cultural, el intercambio violento y fecundo entre Europa y América, y el nacimiento de una nueva identidad en la que confluyeron tradiciones, lenguas y cosmovisiones.