Entrar en una sala de exposiciones para ver la obra de Banksy es, de alguna forma, un acto contradictorio. Su arte nació en la clandestinidad, en los muros anónimos de ciudades de todo el mundo, a menudo ejecutado de madrugada y con la certeza de que sería borrado, vandalizado o, en el peor de los casos, vendido al mejor postor. Su espíritu combativo, irreverente y anónimo le ha convertido en el artista urbano más célebre de nuestro tiempo y ahora su obra se presenta en Madrid bajo los focos de un museo. ¿Es esto una traición a su esencia o la confirmación de que su mensaje ha calado en el imaginario colectivo?
La exposición, ubicada en el Museo Banksy Madrid, en el Paseo de la Esperanza, reúne más de 170 reproducciones de sus piezas más icónicas. Desde la emblemática ‘Girl with Balloon’ hasta la mordaz ‘Rage, the Flower Thrower‘, el recorrido permite adentrarse en el universo de un artista que ha desafiado a la industria del arte, a los mercados y a la cultura de la complacencia. Además, la muestra también incluye fotografías y recreaciones como el muro de Belén que contextualizan cada una de sus intervenciones, permitiendo al visitante comprender la evolución de su discurso artístico y su calado en la sociedad.
Encontramos denuncias a la guerra y la vigilancia masiva
Entre las piezas destacadas, se encuentran sus sátiras a la monarquía británica, sus críticas a la guerra y la ocupación en Palestina, sus denuncias sobre la vigilancia masiva y sus ilustraciones sobre la crisis de los refugiados. También hay espacio para una de sus obsesiones recurrentes: la mercantilización del arte. No es casual que Banksy haya despreciado el mercado del arte en más de una ocasión, al tiempo que sus piezas alcanzan cifras millonarias en subastas.
El fenómeno Banksy: arte o vandalismo
Si hay algo que define a Banksy es su capacidad para incomodar. En sus obras se filtra un escepticismo feroz hacia el capitalismo, la política, la guerra y la alienación social. Su trazo es sencillo, pero sus mensajes son devastadores. Un niño con un chaleco antibalas que reza «Riots», una niña abrazando una bomba, policías besándose o un manifestante lanzando flores en lugar de cócteles molotov. Lo suyo no es la ornamentación, es la denuncia.
Para Bansky el grafiti es una forma de resistencia
Nacido en Bristol en los años 70, Banksy creció en un entorno donde el grafiti era una forma de resistencia. A diferencia de otros artistas urbanos, pronto encontró en la técnica del estarcido (stencil) su firma personal. Rápido de ejecutar y difícil de borrar, este método le permitió desarrollar un lenguaje visual inmediato y eficaz.
Algunos le consideran un genio, otros, un mero gamberro con buena estrategia de marketing. Lo cierto es que Banksy ha sido capaz de infiltrarse en los templos del arte sin permiso. En 2005, colgó uno de sus cuadros en el MoMA de Nueva York sin que nadie lo notara. En 2018, su obra ‘Girl with Balloon‘ se autodestruyó segundos después de ser subastada en Sotheby’s. Ese mismo año, en Londres, colocó un mural en el que se leía From this moment, despair ends and tactics begin («Desde este momento, la desesperación termina y comienzan las tácticas»).
¿Se puede institucionalizar la disidencia?
El Museo Banksy Madrid plantea un dilema fascinante: ¿qué ocurre cuando el arte concebido para el espacio público es trasladado a un entorno cerrado? Banksy ha sido el gran exponente del arte efímero, aquel que solo vive en la calle y para la calle. Ahora, sus imágenes permanecen recreadas y contempladas en un recorrido guiado.
La finalidad de Banksy es incomodar y hacer reflexionar
Algunos puristas argumentan que esto desactiva su esencia, que convertir su obra en un producto de museo es traicionar la transgresión de su origen. Pero lo cierto es que esta exposición también permite acercar su mensaje a nuevos públicos. No todo el mundo ha podido ver en persona sus murales en Palestina, Londres o Nueva York. Si la finalidad de Banksy es incomodar y hacer reflexionar, quizás lo importante no sea tanto dónde se exhibe su obra, sino el efecto que sigue provocando.
Al final, como siempre, la última palabra la tiene el espectador: ¿es este un homenaje o una ironía involuntaria? ¿Una celebración de su legado o la prueba definitiva de que el sistema absorbe y transforma incluso lo que nació para subvertirlo? Mientras tanto, sus murales en las calles del mundo siguen apareciendo, desafiando la autoridad y recordándonos que el arte nunca debe de pedir permiso.